Retocar, editar, perfeccionar… y luego lo arruga Paco

A veces no hace falta ir a un museo o a una sala de exposiciones. La vida te regala obras de arte más honestas y mucho menos comisariadas.
Aquel día, caminando por Gijón, me encontré con el cartel de la imagen. Me quedé mirándolo, completamente atontada, mucho más interesada que delante de un Picasso. Las luces, los colores, la textura del encaje, el tono de piel calibrado para que nadie se ofenda pero todos quieran comprar. Otro cartel más, de otra campaña más, para otra marca más de ropa interior que dice empoderar a las mujeres mientras les cobra 49,90 € por un sujetador diseñado por señores que creen que “inclusividad” es una talla L.
El cartel era de Intimissimi.
Tres cuerpos celestiales.
Rostros serios.
La perfección que se consigue cuando hay dinero, silencio y Photoshop. Sobre todo Photoshop.
Y entonces llegó él.
El último eslabón de la cadena.
Un operario cualquiera, que probablemente cobra una miseria y solo quiere acabar su jornada, llegó y la pegó mal. Así, sin gloria. Sin épica. Sin saber que lo que acababa de hacer era más honesto y más crítico que todo el proceso anterior junto.
Y ahí estaba la imagen: arrugada. Abierta en canal por el pliegue de la vida real.
Los cuerpos torcidos. Las líneas del sujetador convertidas en montañas rusas. La seducción reducida a un fallo técnico que, paradójicamente, decía más que el copy que alguien escribió con pretensiones de Nobel de la lencería.
Me quedé ahí, quieta, mirándolo.
No sé si fue un error.
No sé si el tipo que lo pegó lo hizo mal, o si lo hizo tan bien que ahora mismo está en un máster de arte conceptual en Berlín.
Pero lo que dejó atrás fue precioso. Porque en esa arruga estaba la verdad.
El sistema vende imágenes que no soportan el contacto con el mundo.
Y el último de la cadena —el invisible, el mal pagado, el que solo quiere llegar a casa sin esguinces— lo expuso todo con un gesto torpe y sincero.
Es una ironía cósmica.
Un microsabotaje accidental al aparato simbólico del capitalismo.
Y encima está ahí. Visible. En la calle.
Delante de todos.